5/29/2015
Rubén Pedreira
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Representación de la Batalla de San Juan de Ulúa (1938) |
En el siglo XIX, las naciones de Francia y México tuvieron algunos conflictos debidos, sobre todo, al ansia de los franceses por imponer respeto en tierras americanas y los constantes desafíos hacia los europeos de la por aquel entonces recién independizada nación mexicana.
La guerra comenzó, oficialmente, en 1938, pero el suceso que hizo que los mexicanos llamasen a este conflicto 'Guerra de los Pasteles' ocurrió unos años antes. En 1932, un hostelero francés residente en el país centroamericano vio cómo unos hombres del líder militar y político del bando mexicano, Antonio López de Santa Anna, habían comido unos dulces en su establecimiento negándose a pagar la cuenta, saqueando posteriormente el local. El barón Deffaudis, embajador francés en México DF, alertado por el desdichado empresario, traslada entonces al presidente mexicano Anastasio Bustamante la exigencia de una indemnización desorbitada (60000 pesos) por los daños, que es rápidamente desestimada. Ante esta negación de la compensación, Deffaudis redacta un conglomerado de quejas de sus compatriotas en tierras aztecas y las envía al gobierno parisino, que las recoge con indignación. La queja correspondiente al episodio de la pastelería, a pesar de ser sólo una más entre otras muchas, resultaba muy llamativa, con lo que en el bando rival aprovecharon para bautizar el conflicto, de manera jocosa, con un nombre basado en dicho incidente: ese fue el nacimiento del término 'Guerra de los Pasteles'.
La guerra acabaría en marzo de 1939 con un sabor agridulce para Francia, que después de un año de conflicto aceptaba firmar la paz llevándose tan sólo una parte de la indemnización total exigida por perjuicios a ciudadanos franceses y gastos de guerra en el país americano, sin ser capaces de conseguir ningún tipo de compromiso de defensa de los intereses de los ciudadanos galos habitantes en aquella región de cara al futuro.